¿CONFORMISMO Y VEJEZ?
Por Pedro Echeverría V.
4. Analiza muy bien Sibechi: “Cuando Marx escribió el Manifiesto Comunista, la relación entre los de abajo y los de arriba era de nueve a uno. No había pensiones para los mayores y la universidad estaba reservada para las élites. Era un sistema inestable, donde 90 por ciento tenía interés en derribarlo… Todavía en 1960 abundaban los universitarios como el Che, dispuestos a utilizar sus conocimientos junto a los oprimidos. El sistema supo comprender que tenía un punto débil entre los jóvenes universitarios y tomó medidas”. 5. Ahora (muchos) docentes de ese nivel ganan fortunas, hasta 30 veces el salario mínimo en varios países. Los estudiantes cuentan con becas que les permiten estirar los estudios de posgrado hasta bordear los 40 años y luego aspiran a ingresar en la élite universitaria. En el imaginario colectivo el ascenso social pasa por los estudios superiores a los que se entrega buena parte de la vida. Esto es brutal porque el 95 por ciento de los estudiantes y académicos universitarios se han convertido en privilegiados del sistema de opresión 6. Ha escrito Wallerstein que bajo el capitalismo la clase alta creció al pasar de 1 a 20 por ciento de la población mundial. En América Latina las cifras deben matizarse, pero vamos hacia allá. Es posible que estemos bordeando la dominación perfecta: sociedades divididas en partes casi iguales, entre los que necesitan patear el tablero y los que temen cualquier cambio. Una mitad conformista y la otra mitad apabullada por la cuarta guerra mundial. Por encima de ambas, 1 por ciento controla el poder estatal, el material y las democracias electorales. 7. A medida que se expanden las dimensiones del grupo en la cima, a medida que vamos haciendo a los miembros del grupo de la cima cada vez más iguales entre sí en sus derechos políticos, se hace posible extraer más de los de abajo, escribe Wallerstein en su libro: Después del liberalismo (página 168). Y agrega que un país mitad libre y mitad esclavo sí puede durar mucho tiempo De aquí saca conclusiones: La democracia electoral tiene sentido para la mitad de arriba, pero es una cárcel para los de abajo. 8. Los partidos de centro-izquierda recogen las aspiraciones, y los miedos, de esa mitad de la población que sólo quiere cambios cosméticos y cuyo ejercicio político excluyente es votar cada cinco o seis años y asistir a mítines para aplaudir a sus caudillos. La mitad de abajo no puede confiar en un sistema político que de manera permanente habla de democracia y libertad pero funciona en todo el mundo como una dictadura “democrática” de empresarios, banqueros y políticos. 9. Una estructura política con total libertad para la mitad de arriba puede ser la forma más opresiva que se pueda imaginar para la mitad de abajo. Por ello escribió Franz Fanon en los Condenados de la Tierra: Los que viven en la zona del no-ser son los que resisten y construyen otros mundos, por mera necesidad de sobrevivir. Pero son bombardeados por la fantasía de que pueden cambiar su destino sin quebrar el sistema.
|